AVISO: los lunes y miércoles publicare la historia de no me hables de amor y los viernes de siempre te amare !
no me hables de amor!
Cap. 1
Por azares del destino, resulté vencedora de los Juegos del
Hambre junto a mi compañero tributo Peeta Mellark. Mejor dicho no fue una
cuestión de suerte, simplemente me limité a hacer lo que el Capitolio deseaba
ver.
Pensar en la Arena me hacía estremecer de miedo, recordar
cada día, cada hora, cada minuto. Lo más doloroso es recordar a Rue, mi pequeña
aliada del distrito 11... Aún puedo escuchar los gritos de
Cato en la Cornucopia, mientras los mutos, esas criaturas de
aterradores ojos desgarraban su cuerpo.
Pero lo más difícil de todo no es recordar los horrores del
estadio, ni las muertes durante esos enfermos y sádicos juegos... Lo más
difícil es aclarar en mi mente lo que siento por Peeta Mellark; poder
diferenciar lo que hice por las grandes presiones del Capitolio y lo que hice
por mi misma, porque yo quería, sin que nada ni nadie me obligase. Me sonrojo
de sólo recordar una de nuestras noches juntos... En verdad había deseado con
todas mis fuerzas que ninguna de las entrometidas cámaras del Capitolio hayan
tenido la oportunidad de capturar esos momentos. Aun que eso seria
imposible...
~FLASHBACK~
-¿Qué tal está tu pierna?-le pregunté a Peeta, preocupada
puesto que lo había escuchado
quejarse hacia unos minutos.
-Todo está bien Katniss, no te preocupes -me sonrie, pero vi
cuanto trabajo le costaba.
-No te creo nada -repuse con toda mi convicción -No me
importa lo que opines, yo iré a ese banquete
mañana. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y tomó mis
manos entre las suyas...
-Por nada del mundo quiero que te arriesgues a acercarte a
esa maldita Cornucopia. Prefiero morir
con la pierna deshecha a perderte en manos de Cato o la
Comadreja.
Sus palabras se quedaron jugando en mi mente, junto con su
mirada cargada de algo que no sé bien
como definir; no sé si sea amor, preocupación, miedo o una
mezcla de las tres...
-Estaré bien -le aseguré -Pero no creo que tú dures mucho
con la pierna en ese estado.
-Prefiero perder la pierna antes que perderte a ti -Me dice
Peeta que con mucha dificultad se acerca a mi y me besa.
No era uno de esos besos forzados para las pantallas de
Panem, ni como uno de los pocos besos tiernos que no eran forzados. Éste era
diferente, estaba repleto de desesperación, como si hubiera pasado días
sediento y por fin encontrase agua. Recordé la sensación de que el agua
recorriera mi garganta después de los horrores de la deshidratación. Yo no
sabía que hacer. Sentía como sus labios se movían apresuradamente contra los
míos, no resultaban cálidos, eran abrasadores, como si su fiebre saliera a
través de su boca.
Me tomó por la cintura y me estrechó contra él. Ahora el que
estaba en llamas era él. Por un momento recordé la cantidad de cámaras que
debía haber ocultas por toda la arena, seguramente
alguna estaba por ahí, para los ojos de todo el país esa
escena resultaría tremenda; los amantes trágicos del distrito 12 compartiendo
un momento tan
íntimo... Pero él único que verdaderamente parecía desear lo
que ocurría era Peeta. Me imaginé que yo tendría un aspecto pasmado, estaba
totalmente rígida y apostaría mi arco a que mi rostro no denotaba expresión
alguna.
"Dales lo que quieren,preciosa"
Casi podía escuchar la voz de Haymitch detrás de mi oreja,
presionandome para que mostrara ante los ojos de toda la
nación unos sentimientos que, francamente,
no sabía si existían o no. Pensé en Prim, en mi madre, en
Gale y su familia, en todas las personas de La Veta... No podía permitirme
perder una oportunidad como esta para conseguir un poco de atención de los
patrocinadores; mientras mas les daba al Capitolio, más obtenía de mis
patrocinadores y más oportunidades tendríamos de salir vencedores de esta
maldita Arena.
Desconecté mi mente de mi cuerpo y le respondí el beso, sin
emoción al principio, pero el fervor con el
que me besaba encendió algo dentro de mi que me hizo
responderle con igual intensidad, una de mis manos acarició su cabello y su
cuello. Me sobresalté
por un momento, esa caricia no era actuada... El beso no era
actuado... O al menos no del todo, tal vez había una parte de mi que de verdad
deseaba ésto. O quizás era mejor actriz de lo que jamás hubiera sospechado.
Mientras yo forzaba mis besos y caricias, Peeta parecía
entregar todas sus fuerzas en ese beso y en
como su mano recorría una y otra vez mi cara, como si la
estuviese memorizando con su tacto. El contacto de sus labios contra los míos
me parecía eterno, pero
no era del todo molesto. Abrí los ojos y me alejé un poco
para respirar, él volvió a aferrarse a mi rostro sin haberme dado tiempo
siquiera de cerrar los ojos y los mantuve muy abiertos durante una buena parte
del segundo beso.
Sin darme cuenta de lo que hacía, los cerré lentamente y
dejé que todo fluyera. Sus manos dejaron mi rostro y se concentraron en tocar
mi cuello, mis manos, y un poco de mi vientre... Al separarnos, él dio un
profundo suspiro. Yo sólo me aparté sin decirle nada.
¿Cuánto de ese momento había sido actuado, y cuánto había
sido por mi propia voluntad? ¿Cuánto
de esto había sido por complacer al Capitolio y cuánto de
esto me había hecho sentir satisfecha a mí?
Lo cierto es que no lo sabía, pero las caricias de Peeta
Mellark en mi piel se sentían tan bien como el suave contacto de la seda.
*FIN DEL FLASHBACK*
Por supuesto que mis deseos no se cumplieron. En todos los
distritos vieron como nos besábamos,
como intercambiábamos tímidas caricias, abrazados en el
suelo de esa cueva. Panem estaba al borde de la euforia; el dramático romance
de los tributos del distrito 12 había hecho que los Juegos tuvieran un giro
inesperado y nunca antes visto; que dos participantes salieran victoriosos.
Claro que nadie sabía la terrible verdad detrás de lo que
todos consideraban un amor verdadero que había llevado a ambos enamorados al
borde del suicidio.
Todos creían que era un romance marcado por la desgracia. La
realidad era muy distinta; sólo el
chico del pan de verdad albergaba un sentimiento de amor en
su interior. Pero yo, por mi parte, no tenía ni idea de lo que sentía por Peeta
Mellark ni en el presente, ni en nuestros días en el estadio...
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