hoy les traigo el capitulo 2 de la historia de mi amiga espero que la disfruten subiré el siguiente el miércoles!
La Gira de la Victoria no había hecho nada más que aumentar mi confusión. Actuábamos nuestro
romance para las multitudes que se reunían las plazas de los distritos. Ok Creo que debo corregir eso último: Yo actuaba un romance, pero por parte de Peeta todo era sincero. La noche de nuestra visita al distrito 11, después de ver a la familia de Rue y Tresh en la plaza, todas mis emociones se habían concentrado en mi estómago y mi garganta formando un nudo enorme que me
impedía articular palabra. Me quedé despierta hasta muy tarde, ignorando el sonido del tren, imaginando que jamás había ido a los Juegos, que aún vivía en mi antigua casa de la Veta, que Rue jamás había sido el objetivo de esa lanza...
Mientras intentaba borrar de mi mente la imagen de la niña atrapada en la red, sin mucho éxito, Peeta se acercó a mí.
-¿Estás bien? -Preguntó, poniendo su mano sobre mi hombro.
-Pareces triste...
-Es sólo que estaba recordando a Rue... -Suspiré, si alguien podía entender esos extraños momentos
que conformaban los malos recuerdos del estadio, ése era él. Comencé a llorar; no sabía si era por Rue, por haber causado que asesinaran a ese anciano, por haber
hecho que los ciudadanos de Panem decidieran rebelarse y murieran debido a ello, si extrañaba mi antigua vida en la Veta, por no saber que pensaría mi
padre de haber seguido con vida... Me cuesta admitir que Gale apareció en más de una ocasión en mi lista de posibles motivos para llorar, pero es más difícil aceptarlo teniendo los brazos de Peeta rodeándome en un intento por consolarme.
Me solté con toda la delicadeza de la que fui capaz, pero mis movimientos eran torpes. Entre las lágrimas podía ver su expresión consternada, y me di cuenta
de que una vez que me alejé de él, el llanto ya fluía de forma incontrolable... Me estrechó contra él, y sus manos recorrían mi
cabello una y otra vez, su contacto me relajaba. Ni siquiera recordaba que estábamos en el tren. Su
abrazo se había vuelto más firme, y había descendido de mis hombros a mi cintura, me acercó aún más y me senté en su regazo, un segundo después sentí sus labios sobre los míos. No era un beso tierno, era incluso más intenso que aquel que
nos dimos cuando estábamos refugiados en la cueva.
En ese momento mi cerebro se apagó por completo, no podía razonar, sólo era consciente de
las caricias de Peeta, que eran abrasadoras, sentía que mi piel humeaba donde se posaran sus manos.
-¿Porqué no detenía ésto? ¿Porqué me gustaba la manera en la cual sus dedos trazaban delicadas líneas por todas partes? ¿Porqué aún seguía sintiendo que no estábamos lo suficientemente
cerca? ¿Porqué sentía que estaba traicionando a Gale, a Peeta e incluso a mí misma?
"Convenceme a mí" -Podía escuchar la voz del presidente Snow y oler esa mezcla tétrica de sangre y la peste de las rosas modificadas del Capitolio. Tomé
aire y dejé escapar un gran suspiro.
Todo había cambiado al recordar al presidente... Primero había sido capaz de devolverle el beso a Peeta por mi propia voluntad, pero súbitamente recordé todo lo que estaba en juego; mi familia, el
distrito 12, todo Panem dependía de mí y de mi actuación. Unos cuantos besos y caricias lindas ante
las cámaras no serían suficientes para contener la magnitud de lo que se avecinaba si no actuaba para satisfaceir al Capitolio.
Peeta me miraba, parecía confundido por mi reacción.
-¿Porqué el cambio? -Me preguntó, encogiéndose de hombros al ver la forma tan rapida en la que me había levantado. -Todo empezó tan bien... Y de pronto te alejaste, tan
rápido como si te hubieras quemado.
-No... No es eso...-suspiré de nuevo.
-¿Entonces? -me dice extendiendo su mano. Éste es el momento Katniss...-pensé- ¡Es ahora o nunca!
-Acércate otro poco a mi... -le dije con un tono suplicante y cargado de necesidad sin resultar lastimera.
Tomé la mano que me ofrecía y el chico del pan me obedeció. Se deshizo de la poca distancia que
nos separaba. Ésta vez fui yo la que inicio el beso, pero Peeta parecía inseguro. No tenía idea de como debía proceder en estos momentos, y decidí seguir
besándolo, aumentando la intensidad a cada segundo.
A la mañana siguiente, amanecí en la misma cama que Peeta Mellark, como solía suceder últimamente.
No sería algo fuera de lo común de no ser por la pila que formaba nuestra ropa en el suelo a menos de un metro de nosotros...
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